Uff! ¿A quién no le ha pasado? Estás disfrutando de una tarde tranquila con tu bebé, él está feliz tomando su leche, sonríe, se ríe contigo, y de pronto… ¡bam! Vomita todo lo que acaba de comer, a veces incluso hasta por la nariz. ¿Qué está pasando? ¿Es algo serio? ¿Deberías salir corriendo al doctor? No te preocupes, a todos nos ha pasado. La respuesta a estas preguntas suele ser algo bastante común: tu bebé tiene reflujo.
El reflujo gastroesofágico, también conocido como reflujo fisiológico, es el contenido del estómago que sube por el esófago, y que puede o no llegar a la boca, y salir en forma de vómito o de regurgitación. Y sí, cuando hablamos de bebés, lo que sale es leche. Pero no hay que entrar en pánico. Aunque puede ser algo muy inquietante para los padres primerizos, este fenómeno es bastante normal y puede presentarse entre un 40 a un 60 por ciento en los recién nacidos. Ahora, ¿qué significa esto para tu pequeño y cómo puedes manejarlo? Aquí encontrás la información que tu tranquilidad necesita.
Muchos padres nos alarmamos al ver que nuestro pequeño vomita después de alimentarse, pero el reflujo es una parte completamente normal de su desarrollo.
Entonces, ¿qué síntomas debes buscar? Bueno, normalmente son bebés pequeñitos, de 2-3 meses que están tomando su lechita, están felices y de repente vomitan. Algunas veces puede parecer una bocanada tan fuerte que le puede salir hasta por la nariz. Este reflujo va acompañado a veces por un eructo que se acompaña de leche. Es algo muy común y puede presentarse una vez al día, dos veces al día, no te asustes si son tres veces. Habrá días que más, habrá días que menos, pero habitualmente los niños siguen como si nada, bien felices, aun después de haber vomitado.
Ahora bien, ¿por qué ocurre este reflujo fisiológico? Para entenderlo, te voy a pintar un escenario. Imagina que después de la boca de tu bebé sigue un tubo, que se conoce con el nombre de esófago. Luego del esófago viene el estómago. Entre la unión que existe entre el esófago y el estómago hay un anillo, lo que se conoce como esfínter esofágico inferior. Este amiguito, en un estado de maduración normal, hace que la leche no regrese. Cuando el bebé toma leche, ésta cae en el estómago y cuando este tiene contracciones o algún movimiento brusco, la leche ejerce una presión, sube y sale por el esófago. Evidentemente, este anillo, cuando está maduro, está cerrado y no deja que salga la leche.
¿Y qué pasa en los bebés pequeños, en los bebés menores de ocho meses que tienen reflujo fisiológico? Este anillo o esfínter esofágico inferior está como “aguado”, está flojo y no aprieta a esa unión entre el esófago y el estómago. Entonces, cualquier movimiento, cualquier contracción, hace que la leche salga y el bebé vomite. Es tan sencillo como eso. Este esfínter esofágico inferior tarda en madurar, y habitualmente entre los 8 o 9 meses de edad, a veces a los 6 madura y el niño deja de vomitar.
Entonces, ¿qué hacer? Lo más importante es tener calma. Este proceso debe ir acompañado de tu pediatra, quien te ayudará a identificar cuándo es normal y cuándo no. El reflujo puede ser asociado con otras cosas y convertirse en un reflujo patológico, que es otra cosa. Pero eso lo dejaremos para otra ocasión. Por ahora, lo importante es que sepas que el reflujo fisiológico es lo que tienen la mayoría de los bebés y que no es motivo de preocupación.
Eso sí, recuerda que es importante llevar a tu bebé a su control mensual con tu pediatra para que puedas determinar si esto es normal o se está yendo hacia lo patológico. Eso solamente lo vamos a saber con sus controles mensuales. No olvides, ante cualquier duda o preocupación, siempre es buena idea consultar a un profesional.
¡Ánimo! No dejes que una simple vomitada de bebé te asuste. Si tienes más dudas sobre el reflujo en el bebé, chécate el video que tengo en mi canal dando clic aquí.
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